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Debora Nitzcaner

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Ella

A las mujeres hay que tenerlas en cuenta. Hablar con ellas, tener un detalle, de vez en cuando. Acariciarlas de pronto. Recordar que existen, que están vivas y que nos importan. Esa es la única terapia. Se lo digo por experien-cia… Hable con ella. Cuénteselo''
Pedro Almodóvar 1

En la película Hable con ella Pedro Almodóvar se destaca por el valor que le impuso al pronombre "ella". Allí expresa que "hablarle a ella", es hablarle solo a una, distinguirla por su condición de goce singular. Una interpretación que este director alcanza por la lectura del objeto a. Ellas gozan: una de "ser atada", otra con el "ta-coneo de sus zapatos", o bien por "vivir al borde de un ataque de nervios"... una por una, definidas por lo particular de un fantasma. Así ¿qué quiere una mujer? fue una pregunta que Freud sostuvo hasta el final de su enseñanza, y que Lacan reformuló en un trayecto que fue del deseo al goce. ¿De qué goza una mujer? ¿qué le enseña al psicoanálisis? Luego de formular el objeto a, encuentra que en la existencia del goce de una mujer, hay Otro goce –refiriéndose a un goce que no es fálico– que es propiamente femenino. Por su estructura, se demuestra que hay un plus que no proviene de la sustancia del objeto a sino que se trata de un goce designado como goce suplementario. Un goce que está más allá del falo, de las identificaciones en tanto correlato del Ideal.

1 Película Hable con ella, escrita y dirigida por Pedro Almodóvar, España, 2002

Ninguna aguanta ser no toda 2

Será una manera de decir sobre el modo por donde se las arregla una mujer en su relación al falo. Mientras que una parte de su goce es sometido al régimen de la castración, algo queda por fuera del significante, no admite ser simbolizado.
Subvertir la pregunta del deseo por el goce ha sido la manera en que Lacan nos ha enseñado que tanto un hombre como una mujer son "significantes que toman su función del decir"3 en tanto que seres parlantes. Lo real queda orientado en un más allá del Edipo. Ya no opera bajo el imperio de lo simbólico abordado por el significante, bajo la aspiración de dar orden a lo real. Por el objeto a, introducido como un término no significante, el goce se presenta bajo el régimen de la excepción demostrando que en la estructura del lenguaje hay algo que no puede ser reducido al significante.

Lo que no puede decirse
En el Seminario Aun el objeto queda ubicado como lo contrario de la excepción, más bien responde al régimen del no-todo. El objeto a está por todos lados extendido al conjunto de los significantes; hay una alianza constante entre el significante y el goce, declarado como el goce del blablá donde la palabra es rebajada en su función. El lenguaje se demuestra por su insuficiencia para dar cuenta de la sexualidad femenina, hay algo ahí que no puede ser dicho, que no pasa por el decir, es silencioso.
De este modo el goce femenino es innovado por el recorrido mismo de la

2 Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Bs. As., 1996, p. 90.
3 Ibíd., p. 52.
enseñanza del psicoanálisis, cuando este goce puede ser transformado en el "régimen de goce como tal: como un goce que no es edípico… un goce concebido en tanto sustraído…"4 de la maquinaria totalizante del Edipo. El goce para ser alcanzado no necesita ser rechazado por el "no", que opera en el orden del Nombre del Padre.
De esta manera, este goce silencioso es análogo con la letra en su relación con la palabra, porque escribe lo que no puede decirse. El goce femenino pensado así no es del orden de la representación, es del orden de la experiencia de un cuerpo que no se remite a ningún órgano en particular, no hay capricho del falo, "más bien capricho de la letra. Una por una viene a ocupar el lugar de la causa del deseo como lo que no puede decirse".5
De manera que, concebir a este goce como un axioma lacaniano, es encontrar en la orientación de lo real la idea de "…localizar manifestaciones de goces rebeldes al saber y, por lo tanto, imposibles de negativizar". 6
Acierto que permitió a la orientación lacaniana avanzar y encontrar en la posición femenina un paradigma de la posición del analista. En la medida en que esta posición "responde por excelencia al régimen de la discrepancia, de la separación"7 capaz de liberar al goce, hasta agotar su sentido.

4 Miller, J-A., "El Ser y el Uno", clase 2.03.11, inédito.
5 Ibíd.
6 Gorostiza, L., ''El goce femenino en el siglo XXI''. Entrevista realizada por María do Carmo Batista. Revista El Caldero de la Escuela N° 17, Grama ediciones, Bs. As., 2012.
7 Miller, J.-A., "El Ser y el Uno", clase 2.03.11, inédito.

"La única cosa que vuelve a empezar y no se repite es el sexo". Esta cita es un decir de una mujer joven que consulta muy angustiada ya que se enamoró. Un decir que revela, con cierta ambigüedad, la existencia de una pareja de la que no puede separarse y, a la vez, de un nuevo amor. Interrumpida en sus dichos, preguntándole por el nombre del partenaire del que no se podía separar, sonriendo dará el nombre de una mujer. Nombrarla la hará ir "al punto": esta vez se había enamorado de un hombre y no sabía por qué.
De este análisis, cuatro cuestiones fueron consideradas:
La primera consideración quedó situada en sus relaciones de pareja con las mujeres: todas habían terminado siempre igual, se le iba el amor y en consecuencia ya no las deseaba. Relaciones siempre sostenidas bajo la condición de tener un amante hombre. La segunda consideración establecida en el plano de sus identificaciones, emergió del significante "escurridizo" que, bajo pleno sentido edípico, la definiría en el amor igual que al padre en su relación con su madre: huir como él.
La tercera consideración es revelada por el trabajo de un sueño: lleva a la consulta una torta en la mano y piensa si la analista tendrá una heladera porque si no su torta se echaría a perder. De ella, las mujeres dicen que es fría, "una heladera". Dice no saber por qué echa a perder sus relaciones de pareja. Se pregunta entonces ¿por qué se angustia si se desenamora? Decir que es sancionado en el análisis por su reverso, por el desamor.
Ante su insistencia enigmática por el amor a un hombre, no tardarían en llegar los recuerdos de sus experiencias sexuales infantiles. Su madre era quien cerraba la puerta dejándola a solas con los varones, siendo ella –refiriéndose a su madre– una cómplice. Escandir de ese dicho el

significante ¿Ella?! permitió ubicar su goce de ser la heladera del Otro.
Finalmente, la cuarta y última consideración se presenta en los efectos producidos ante la intervención de la analista. Equivocar el significante ella que se reiteraba anónimo y sin sentido, produjo un decir.
No importaba quién fuera ella para su madre, se esperaba que ocupara el lugar de una hija. De hacer la diferencia con quienes la antecedían, sus dos hermanos varones.
La cómplice revelaría su dedicada vocación reivindicativa por producir castración en la madre, vía por donde se levantaría la mirada fascinada por el agujero de una mujer.
Su nuevo amor encarnado en un hombre quedaría para ella fuera de la serie, de él se enamoró y con él podría tener un hijo, bajo el fantasma de ser una mujer en tanto madre.
Tener un hijo para este sujeto fue una salida analítica en tanto que le permitió atravesar su posición reivindicativa respecto del falo. Sin embargo, su deseo de ser madre no la libera de su manera de gozar.

Debora Nitzcaner

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