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2024

Silvia Glocer

Silvia Glocer es Doctora en Historia y Teoría del Arte por la Universidad de Buenos Aires. Ejerce la docencia en la carrera de Artes, de la Facultad de Filosofía y Letras de dicha universidad y en el Conservatorio Provincial “Alberto Ginastera” de Morón. Ocupa el cargo de musicóloga en la Biblioteca Nacional. Canta en el Coral Femenino de San Justo, dirigido por Roberto Saccente, de quien es además su asistente. Es miembro de la Asociación Argentina de Musicología.
Desde el campo de la musicología estudia las relaciones entre música y política. En relación a su tema de tesis, publicó en forma local e internacional, diversos artículos como “La melodía del doble destierro. La inmigración de músicos judíos hacia la Argentina en el período 1933-1945”, “Pequeños exiliados, grandes músicos”, “Guillermo Graetzer. Judaísmo y exilio: las palabras ausentes”, “La inserción profesional en orquestas argentinas de músicos judíos exiliados durante el nazismo (1933-1945)”, “Jewish composer exiled in Argentina during the Nazi Period (1933-1945)”. Ha publicado recientemente, el libro Paul Walter Jacob y las músicas prohibidas durante el nazismo, junto a Robert Kelz, de la Universidad de Memphis (USA).

Los comienzos, como tantas cosas de la vida, a veces se toman su tiempo. Hace algunos años me propuse realizar la carrera de doctorado en la Universidad de Buenos Aires. ¿Y el tema? ¿y la hipótesis? ¿por dónde empezar? Los caminos me llevaban a algo vinculado con la música, ciertamente por mi especialidad en la carrera de grado y mi formación previa en el conservatorio, y a poder vincular esto con el mundo judío. Simplemente –o no tanto- porque soy judía. Cuando pude salir del letargo similar a la hoja en blanco del escritor, me animé a hacerle una corta pregunta al guitarrista Maurice Summerfield y al musicólogo David Bloch, fundador y director de Terezín Music Memorial Project. La breve pregunta, -sobre qué temática relacionada con música y judaísmo, podía realizar mi tesis - obtuvo una extensa respuesta de parte de ambos. La lista de temas, que abarcaba desde la música litúrgica en tiempos del Templo de Jerusalem, hasta compositores que trabajaron para la guitarra clásica como Castelnuovo Tedesco, incluía cuestiones referidas a intérpretes de jazz, productores, violinistas, y nombraba tanto a Felix Mendelssohn como a Billy Joel o Barbra Streisand. Había que elegir uno, claro.
Fue entonces cuando un colega del conservatorio, que en ese momento se encontraba haciendo su doctorado en la Universidad de Londres, me sugirió que me contactara con una persona que trabajaba en el Instituto de Música Judía de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, de esa universidad. Casualidad o no, Lloica Czackis, -era esa persona- no sólo era

musicóloga y cantaba tangos en ídish, sino que además era hija de argentinos. Fue ella quien me informó que ese instituto se dedicaba a investigar, entre otras cosas, sobre la vida de los músicos judíos exiliados desde Alemania hacia Gran Bretaña en tiempos del nazismo. Un poco más orientada hacia donde quería recorrer este camino, Pablo Kohan –profesor con quien trabajo hace años en la UBA- finalmente me dijo: ¿Y por qué no hacés lo mismo vos, pero con los músicos que vinieron para acá? Así ocurrió. Así se fueron delimitando los temas, los subtemas, el período histórico, las problemáticas y aparecieron los interrogantes, las entrevistas, los documentos, los textos. Pero sobre todo, aparecieron más personas que colaborarían –algunos sin siquiera saber con qué importancia- con mi tarea. Entre ellos, mi director: Esteban Buch.

A comienzos de 1933 Alemania había comenzado a teñirse de negro. Adolf Hitler asumía como canciller y los nazis, poco a poco ocuparon territorios con sus trajes de la muerte. Las banderas con esvásticas flameando al compás del ensordecedor paso de ganso, provocaron además, uno de los éxodos más grandes en la historia de Europa, a medida que, algunos de los que pudieron anticipar el final, decidieron dejar los lugares que habitaban. Entre estos miles de seres humanos, hubo artistas e intelectuales, sobre todo nacidos o radicados en ese momento en Alemania y Austria, que se convirtieron en exiliados. La causa del exilio, para la inmensa mayoría, estuvo teñida de un nuevo viejo elemento: el

antisemitismo. Sigmund Freud, Albert Einstein, Walter Benjamin, Rudolf Serkin, Max Reinhardt, Arnold Schoenberg, fueron apenas algunos de los que padecieron esta condición. Dentro del grupo específico de artistas, una gran cantidad de músicos se exilió principalmente en Inglaterra, Estados Unidos, Palestina, Brasil y Argentina, países que, los menos, adoptaron como lugar de paso y, la mayoría, como lugar para vivir en forma definitiva, aun después de finalizada la guerra. Aunque a la Argentina llegaron durante este período más de ciento veinte músicos judíos exiliados –según resultados arrojados por mi investigación-, la mayoría de ellos con una formación musical y una vida profesional relevante en Europa y a pesar de la importancia que revistió su llegada para la historia de la música de este país, hasta el momento, ni desde el campo de la historia ni del de la musicología local se habían formulado estudios, en relación a este particular grupo de inmigrantes.

Cuando me encontré con esta ausencia de datos, me ocupé en primer término en reconstruir las historias de vida de estos músicos, siguiendo sus caminos y estudiando las confluencias, cruces e intercambios producidos entre algunos de ellos, las diversas problemáticas en torno a su exilio, su inserción en las diversas áreas laborales en el campo de la música y los aportes que brindaron a la vida cultural argentina. Para dar cuenta de los vínculos que establecieron estos músicos al llegar y así poder participar activamente de la vida musical en Argentina, busqué datos y estudié en profundidad su vida previa

al exilio, sus primeros años en el país, y su vinculación e inserción en las diversas áreas laborales en el campo de la música: el Teatro Colón, los circuitos de vanguardia, la radiofonía, el cine, los teatros ídishes de Buenos Aires. Reconociendo también los aportes que brindaron a la vida cultural argentina, pude recuperar el legado artístico, cultural, educativo de este particular exilio y asistir a la construcción de este período histórico.

De todas formas, este trabajo de investigación no ha sido planteado como una exaltación de las virtudes de estas personas ni por judíos ni por exiliados, sino por el lugar destacado que como músicos ocuparon en el área de la cultura en una época determinada. Lo realicé para que sus historias de vida y el acervo cultural que trajeron al país, dado por su formación académica y profesional forjada en Europa antes del exilio, formen parte del patrimonio histórico musical de este país. Como dije, muchos de estos datos, habían sido ignorados por la musicología argentina hasta el momento.

No podría establecer exactamente cuando comencé la carrera de doctorado; si fue el día en que decidí el tema, o cuando cursé el primer seminario, o la primera reunión con mi director, o si cuando, finalmente, decidí inscribirme con un proyecto de investigación, que, a poco de empezar, se alejó del recorrido preliminar y trazó otros caminos. Más difícil aún sería determinar cuando finalizó porque, una labor de estas características
puede funcionar como pieza fundante y ampliarse en el futuro. Otros músicos, ciertos datos, habrán quedado fuera. No deliberadamente, sino tan sólo por desconocimiento. Serán –espero- incorporados en próximas búsquedas, en nuevos escritos, en otras historias.

En breve, estará en las librerías, Melodías del destierro1, el fruto de esta tesis editado en Buenos Aires por Ediciones Gourmet Musical. Espero sirva como homenaje a todos los músicos que vivieron en el exilio.

1 Este libro ha merecido el Tercer Premio, en el Concurso Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editorial. en la categoría Ensayo, otorgado por el Fondo Nacional de las Artes, año 2013.
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