Escribí tu comentario
Los comentarios reglejan opiniones de sus autores.
Su publicacion está sujeta a la autorización de las personas responsables de este sitio web.

ENVIAR
El error para mostrar
mas error
Comentarios
X
Gracias, hemos enviado tus datos.
SECCIONES:   Previsualizar en Esferas Inferiores
00
00
0
2024
Venezuela

Gabriel Jiménez Emán

Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950). Escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. Vivió cinco años en Barcelona de España y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Caracas, Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Oporto, Buenos Aires, Santo Domingo, Ginebra y Quito. En el terreno cuentístico es autor de varios libros entre los que destacan Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988) Tramas imaginarias (Monte Ávila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997),  La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009) y Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (La Parada Creativa, Barquisimeto, 2011) y Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (Rótulo Ediciones, San Felipe, Yaracuy, 2012)- Se publicó una Valoración Múltiple de su obra con el titulo de Gabriel Jiménez Emán. Literatura y Existencia, (Imaginaria, San Felipe, Yaracuy, 2013)

CONSUELO PARA MORIBUNDOS
y otros microrrelatos

EL DRAMA DEL ESCRITOR
Aparentemente, el drama de un escritor se revela cuando ya no tiene nada qué decir y continúa escribiendo, o cuando tiene mucho qué decir y no encuentra las palabras apropiadas para expresarse. Desde otro punto de vista, podría ser que el escritor escriba para ganarse la vida o tener éxito, y no ocurra ninguna de las dos cosas. Pero no. El verdadero drama del escritor se produce cuando pone punto final a su obra y se cerciora en ese mismo momento de que ésta no existe.

EL HOMBRE MÁS RICO
Al hombre más rico del mundo le daba un asco inmenso tocar su dinero, creyendo que, al hacerlo, podía esfumarse toda aquella fortuna que no podía comprar con todo el dinero que tenía.

MARCO AURELIO, ENAMORADO
A causa de haberse enamorado tanto, de haber confiado tanto en el amor de las mujeres hacia él y en el que él les había profesado (sin que con ninguna de ellas hubiese conseguido una relación sincera o duradera), Marco Aurelio fue hundiéndose lentamente en el desamor. Se sumió primero en el escepticismo, luego en la indiferencia y finalmente en el vacío. El vacío le impedía valorar los nuevos mensajes
amorosos que las mujeres intentaban dirigirle. Marco Aurelio veía en estos nuevos guiños e insinuaciones, otras maneras de fracasar en el amor, nuevos caminos que lo conducirían inevitablemente al sufrimiento. La posibilidad de un nuevo dolor le hacía experimentar resquemor y resentimiento, el cual se iría convirtiendo en rabia, y la rabia en un odio seguro hacia el amor.
            Cuando en efecto Marco Aurelio se percató de que podía estar odiando el amor, pensó que lo mejor sería aislarse de la ciudad y vivir en una finca, con una servidumbre de campesinos, compuesta por gente sencilla, y rodeado de animales domésticos y plantas: perros, gatos, pájaros, árboles, flores y un río compondrían una vida pacífica y sin sobresaltos. Lo pensó así y lo hizo.
            Se fue al campo a vivir en su finca. Pero nada mejoró en su vida. Se entregó entonces a la oración, a practicar la fe cristiana y a ejercer la bondad hacia la gente humilde y necesitada, donde encontró nuevas formas del amor. Dios y la gente buena le ofrecieron nuevas vías de experimentar sus sentimientos: la fe, la esperanza y la ilusión ingenua lo habían llenado de un bienestar extraordinario.
            Se hallaba Marco Aurelio experimentando estos discretos placeres, cuando de pronto volvió a enamorarse. No fue de si mismo, como Narciso, ni de otro hombre, como era perfectamente posible, sino de una anciana bellísima que había comenzado a sentarse todos los días a las puertas de su finca a dar maíz a las gallinas,  palomas,  tórtolas y otros pájaros que por allí merodeaban. Poco a poco, Marco Aurelio fue
acercándose a aquella anciana apacible, con una mezcla de respeto y temor, y finalmente le confesó su amor.
           La anciana le correspondió inmediatamente. Ella albergaba toda la dulzura que Marco Aurelio había estado buscando.
           Salieron una tarde a dar un paseo. Dos de los trabajadores de la finca los vieron salir por un camino bordeado de flores que conducía al río. Pero ni esos campesinos ni los otros trabajadores de la finca, ni  los animales, ni nadie, los vieron regresar de allá nunca más.

TRAMA AMOROSA
Un buen día, Luis se enamoró de Laura, pero Laura estaba enamorada de José, quien a su vez estaba enamorado de la mujer de Héctor, Carmen, la cual sí estaba enamorada de su marido Héctor, quien también quería mucho a su esposa pero se había ilusionado con una muchacha muy joven, de nombre Marina, que no estaba enamorada de nadie, sólo tenía muchos amigos entre los cuales uno, llamado Francisco, estaba atraído por ella y quería conquistarla, pero Marina no andaba pendiente de hombres, éstos no le atraían aún, pues era muy joven para enamorarse. Se conformaba con la amistad de Helena, una muchacha muy tranquila que sólo estaba interesada en las mascotas, perros, gatos y pajaritos. Finalmente, un día Marina descubrió que se había enamorado de otra mujer, una hija de Carmen llamada Josefina, que por fortuna también gustaba de las mujeres, aunque no de Helena. Carmen se percató de los
gustos sexuales de su hija Josefina y no tuvo más remedio que aceptarlos; se dio cuenta de la insistencia de Helena y la aconsejó; Helena estaba loca de amor por Josefina y a punto de suicidarse por ella, y Carmen entonces tuvo que decírselo al padre de la muchacha, Héctor, para que éste tomara cartas en el asunto.
Héctor ignoraba las inclinaciones sexuales de su hija, por lo cual estaba ahora sorprendido y atónito: la pareja entró en estados de crisis y desesperación; Héctor ofendió y estuvo a punto de golpear a su propia hija; pero al descubrir que el sujeto amoroso de su hija era también la bella Marina por quien él estaba ilusionado, sufrió una depresión tan fuerte, que su esposa pensó que podía suicidarse en cualquier momento, viéndose obligados ambos a buscar ayuda psiquiátrica para salir del problema. En el fondo Héctor se alivió al comprobar que Marina estaba al fin fuera de todo aquello.
            Al fin Helena y Josefina se fueron a vivir juntas, al tiempo que Carmen y Héctor se echaban uno al otro las culpas por la educación de su hija y empezaron a discutir a menudo por esta razón, hasta el punto de terminar divorciándose. Carmen, dolida por la dureza e incomprensión de Héctor, terminó viviendo sola en un departamento donde poco a poco fue haciendo amigos y amigas nuevas, entre las cuales había una llamada Laura que, después de muchos meses de amistad, terminó confesándole a ésta que hacía años se había enamorado de un hombre llamado Héctor. Carmen le pidió que se lo describiera, y al hacerlo se percató de que esas señas coincidían con las de su
ex esposo. Laura le dijo, además, que durante un tiempo había estado acechada por un amigo suyo llamado Luis, quien había llegado al extremo de prometerle divorciarse de su esposa si lo aceptaba, pero ella ya había tomado la decisión de casarse con José, de quien estaba realmente enamorada. Aunque algo le hacía pensar que José no estaba tan enamorado de ella: la estimada mucho, le gustaba el matrimonio, la familia, los hijos, y él había pasado ya por tantos amores tormentosos, estaba cansado de situaciones conflictivas y deseaba una mujer tranquila como ella.
            Tiempo después Carmen comprendió que, pese a haberse separado de su marido, aún le amaba, y tuvo el valor de decidirse ir a buscarlo para decírselo, sin previo aviso. Héctor también vivía solo y estaba ese día en su casa almorzando con una mujer --Patricia-- cuando Carmen llegó, y al verlos pensó que aquella era su nueva compañera, por lo cual decidió no confesarle nada, se disculpó con ellos y después se retiró. Pero Patricia no tenía nada con Héctor, era sólo una amiga que estaba allí de visita.
            Sin embargo, Héctor estaba contento con la llegada de Carmen aquella vez, y tomó al siguiente día la iniciativa de llamarla para explicárselo, logrando convencerla de que aceptara una invitación a salir. Se dieron cita en un restorán, donde disfrutaron de unos amables tragos y cenaron; luego pasearon por la ciudad tomados de la mano hasta que llegaron a un parque, ahí se sentaron en un banco, se besaron con fruición a la luz de la luna y luego decidieron ir a un hotel a hacer
el amor. Cuando llegaron al hotel, descubrieron que en la recepción se estaban registrando, para pasar la noche allí, sus amigos Laura y José.
info@citaenlasdiagonales.com.ar | Seguinos en:
 © Copyright. Todos los derechos reservados.