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2024
Argentina

María Eugenia Rapp

Nació en Buenos Aires el 27 de abril de 1967. Es Licenciada en Psicología, egresada de la Universidad de Buenos Aires en 1992. Desde hace varios años trabaja en una ONG de la Ciudad de Buenos Aires que brinda asistencia post penitenciaria y se ocupa de la reinserción social de personas que atraviesan situaciones de conflicto con la ley.
Escribe poesía, prosa poética y relato breve. Ha participado de los talleres de lectura y escritura coordinados por Marcos Silber, Alicia Grinbank, Marily Canoso y Arturo Fiori.
En el año 2001 recibió una Mención Especial en el género Poesía en el Concurso Literario de la SADE, zona Norte. En el 2002, 2° Premio en Cuento y 2° mención en Prosa Poética, en el Concurso Nacional de la Universidad de Morón. En el año 2003 recibió el Primer Premio en el Certamen de Relato Breve, organizado por el programa Contextos de Radio Cultura y también fue finalista en el Concurso Internacional de Cuento de la revista española de Literatura en la Web “Taller 05” En el 2006, Primer finalista en el Certamen Contextos de relato breve. En el 2008 participó como escritora invitada en la muestra Cromofonías de Expo trastiendas y publicó su primer libro de relatos con la editorial El Mono Armado.
Actualmente colabora con la Revista de poesía La Guacha y con la revista digital Molinos de Viento.

El probador

Comparada con el empleado que le acerca un camisón de seda, ella se siente varón con sus gestos comunes en el espejo, no encuentra dónde colgar la cartera, se choca los codos en el pequeño cubo para despegarse el jean, ahora derrumbado en el piso y tragando la pelusa del rincón. Demasiado flaca, recuerda la burla del gemelo cuando tenían catorce, parece un pibe, una tabla, se quejaba por ella el hermano, dónde estaban sus curvas, quién se las había comido.  
Te queda divino, la mano mimosa le toma una pinza en la espalda, la cabeza barbuda se asoma por su hombro y repite divino, el color es soñado, la otra mano se desliza por la seda en la cintura, sube hasta la axila y vuelve a bajar por las uvas del pecho imperceptible. Ella se pone de agujas en la nuca, la piel del erizo desde el pelo a los talones ¿Te parece que me queda bien? al fin le sale por la boca, no quiere que la deje sola, que no se vaya la mujer allí encerrada en ese cuerpo. Te queda divino él repite y la acaricia de nuevo
le prueba las formas que el espejo no le da.

(Incluido en el Libro Lengua de Sopa, Editorial El Mono Armado)

Días de visita

El marido de ella hacía rato que se había muerto pero la seguía visitando casi todas las noches. Digamos que cuando faltaba, ella empezaba por rogarle a la virgen y si no había caso seguía por amenazarla hasta quitarle las cintas y los vestidos y daba

espanto verla así a la pobre Desatanudos medio desnuda en la mesita de luz. Los días de visita el difunto se colaba bajo la manta recién zambullida en los primeros sueños y ella lo reconocía enseguida porque le hacía lo mismo que le había hecho siempre, igualito, sin cambiar ni un dedo ni una lengua de lugar, comenzando por beberla de abajo y después de arriba y así nomás bajo la sábana y el camisón de viyela, sin descanso durante toda la noche. Lo peor de todo era que cuando le tocaba una semana sin su macho fantasma y la virgen hacía rato que chupaba frío bajo el velador, a ella se le interrumpían  los sueños y en el barrio se cruzaba con la esposa, y la veía con su cara de contenta,  bien contenta.

(Incluido en el Libro Lengua de Sopa, Editorial El Mono Armado.  Publicado en el N° 2254 de la revista Caras y Caretas)

Llueve dulce en el mármol

Como ahora, que se levanta y busca las pantuflas con la memoria descalza, sobre la alfombra, arrastra la planta tibia de los pies hasta la seda verde de las pantuflas, porque los pasos recuerdan la seda. Y sale por las grietas del frío hasta el agua de la canilla más fría y se lava el aceite de toda pesadilla. Pasillo, escalera. Tiene que dejar pasar, ahora tiene que entrar la luz, para que amanezca el aire en la cocina, donde vaga el olor de la fritanga, del vino, en el fondito grueso de un vaso de vidrio. Es detestable rellenar la azucarera; cuando quiere ponerle azúcar al mate ya no hay. Busca un paquete cerrado y los dientes

no cortan el gusto de la bolsa, como ahora que no encuentra la tijera, esa de cortar el envase de leche y los cartones de jugo, el tallo de las flores los fideos de sémola, de cortar la gomita del berro y la espinaca, la tijera de hundir en la tapa del yogurt.  Sigue con los dientes hasta que la bolsa se rompe, llueve dulce en el mármol, como astillas de bronca bajo la suela de la pantufla verde y el piso colmado de hormigas. El trapo húmedo se vuelve pasta de hormigas blancas. Todo para llenar la azucarera. Y como ahora se acuesta cansada de rellenar, con el mate vacío sobre la arena de azúcar, como la arena se mueve la llevan en andas, en lomo de hormiga blanca se la llevan, la dulce, hacia abajo, hasta las montañas de tierra en el jardín. Le meten primero la cabeza, las piernas afuera sin patalear y después le hunden la barriga los tobillos, hasta que queda solita, como ahora, la memoria verde de una pantufla de seda.

(Incluido en el Libro Lengua de Sopa, Editorial El Mono Armado.  1° premio del Certamen internacional Contextos de relato breve, año 2003)

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