Así fue como logré conocer a mi abuelo
Un encuentro, un nuevo amor.
“La contingencia la encarné en el cesa de no escribirse. Pues no hay allí más que encuentro…” (Lacan, J. Seminario 20: 175), un encuentro de amor. No está escrito y la contingencia entre la detención de mi abuelo y la mía inscribió mi ser.
El deseo y la canción que desentonaba articularon este encuentro que ocurrió cuando me detuve en ese incomprensible momento histórico ligado a la Segunda Guerra Mundial. Precisamente, cuando yo y mis congéneres atravesamos la tercera guerra, una guerra que viene de oriente, como yo: guerrera. Fue necesaria esta guerra, estoDesde Oriente resonó aquella respuesta largamente esperada. Oriente, desgarrando al mundo occidental hizo una pausa y me entregó una pieza de mi enigma a partir de una palabra: detenido. El grito de la guerra y el significante “detenido” hicieron un impacto en el momento en que yo padecía mi detención y la del mundo, también nombrada con fin amiento. Por fin, se acabó la mentira.
Mi abuelo había estado detenido casi un año en un hotel en La Falda, una localidad de las sierras de Córdoba. Mi con fin amiento iluminó el de mi abuelo japonés. Investigué, y supe que Argentina se alió al eje conformado por Alemania, Italia y Japón en la Segunda Guerra Mundial y que, cuando esa guerra se perdió, Estados Unidos le pidió a Perón, entonces presidente, que le enviara a los japoneses residentes en Argentina a cambio de prisioneros.
Las piezas del rompecabezas se alinearon como un eje. Eje del que formamos parte en esa guerra, solo que en este caso el eje me concernía en lo más profundo, era mi eje, la columna vertebral de mi ser. Gracias a esta detención supe la causa por la que mi padre viajaba en moto desde Córdoba a La Falda a visitar al suyo. Él vino de Buenos Aires a Córdoba a estudiar, y le tocó estar cerca de su padre en esa dura experiencia.
Esta pieza musical ya daba sus frutos, había logrado que ese ritmo acomodara mi cuerpo y mi ser. Supe que Perón se negó a enviar como prisioneros a los japoneses residentes en
Hay armé mi copia, mi legítima y mentirosa mujer japonesa. Armar el rompecabezas de mi abuelo deconstruyó la historia que nunca estuvo construida. ¿La música? la canción “De igual a igual” de León Gieco. Canción que, parafraseándola, dice así: japonés en Argentina, gracias a Perón
Si me pedís que vuelva otra vez donde nací
yo pido que tu empresa se vaya de mi país.
Perón me dio la identidad, porque no había empresas, eran trabajadores. Así conocí a mi abuelo.