Escribí tu comentario
Los comentarios reglejan opiniones de sus autores.
Su publicacion está sujeta a la autorización de las personas responsables de este sitio web.

ENVIAR
El error para mostrar
mas error
Comentarios
X
Gracias, hemos enviado tus datos.
SECCIONES:   Previsualizar en Esferas Inferiores
00
00
0
2024

Esperanza Molleda

Psicoanalista en Madrid, miembro de la ELP y de la AMP.
Como contacto lo mejor es el correo:
molledafme@gmail.com
RESPUESTAS ANTE LO REAL EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS

Afectada como la que más por esta crisis me pregunto ¿cómo reaccionamos ante esta irrupción de lo real que no pudimos ver antes de que se nos viniera encima? ¿cómo leer desde el idioma del psicoanálisis las distintas respuestas subjetivas que encontramos?

Golpeados globalmente podemos escuchar en las redes sociales, en los contactos telefónicos, en los chateos, en las video-llamadas con pacientes, con colegas, con amigos, con familiares, y en la propia reflexión sobre la experiencia, cómo cada uno responde singularmente a la crisis, sí, pero también observamos que hay una serie de mecanismos propios de la subjetividad humana, que no se restringen a este momento de crisis, sino que son utilizados por los seres humanos para sostenerse frente a lo real traumático que nos supera.

Así cada uno de nosotros intenta confeccionar un traje propio con estrategias de su elección para poder paliar este golpe terrible del encuentro con el fuego frío de lo real que sin duda la pandemia del coronavirus está significando.

Nos dice Lacan en el seminario 23:

“¿De dónde viene el fuego? El fuego es lo real. Lo real prende fuego a todo. Pero es un fuego frío. El fuego que quema es un disfraz, si puedo decirlo así, de lo real. Lo real debe buscarse

del otro lado, del lado del cero absoluto. A pesar de todo, se llegó a eso. No hay límite a lo que se puede imaginar como alta temperatura. No hay límite imaginable por ahora. Lo único real es el límite inferior. Eso es lo que llamo algo orientador. Por eso lo real lo es.
Hay una orientación pero esta orientación no es un sentido. ¿Qué quiere decir esto? Retomo lo que dije la última vez sugiriendo que el sentido es quizás la orientación. Pero la orientación no es un sentido puesto que excluye el simple hecho de la copulación de lo simbólico y lo imaginario, que es en lo que consiste el sentido. La orientación de lo real, en mi propio territorio, forcluye el sentido”.1

Tenemos dos partes en esta cita. En la primera, Lacan diferencia el “fuego frío de lo real” del “fuego que quema”, al que considera un disfraz de lo real. El “fuego frío de lo real” prende fuego a todo, es el cero absoluto, es un límite inferior que, como tal, es orientador. Con este “fuego frío de lo real” nos enfrenta la pandemia del coronavirus y sus efectos en nuestro cuerpo y en nuestra sociedad: si no hacemos algo, solo el contagio masivo y, por tanto, la incapacidad masiva de ayudarnos los unos a los otros aparece en el horizonte, el cero absoluto como perspectiva de la humanidad. Es el efecto troumatizante que nos ha unido por el simple hecho de ser humanos. Del otro lado, está “el fuego que quema”, que yo me permitiría poner en plural, “los fuegos que queman”, en tanto que “no hay límite a lo que se

1 Lacan, J, El Seminario, libro 23: El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, pág. 119
puede imaginar como alta temperatura”, y que son disfraces de lo real, con toda la dignidad que implica un “disfraz”, cuando lo que está detrás no es otra cosa que el cero absoluto.

En la segunda parte de la cita, Lacan diferencia la “orientación” del “sentido”. El fuego frío, el cero absoluto de lo real sirve como “orientación”, pero forcluye el “sentido”. Es lo que nos deja sin habla, sin palabras, sin preguntas y sin respuestas ante esta pandemia. El “sentido” puede parecer una “orientación”, pero finalmente en la copulación imparable de lo simbólico y lo imaginario que implica no hace más que desorientar caldeando el ambiente con los disfraces de los fuegos que queman.

Bien sabemos que, como seres hablantes que somos, vivimos en y del “gocesentido” del lenguaje, no podemos enfrentarnos al cero absoluto de lo real, sin vestimentas. De ahí, que me haya surgido hacer una especie de catálogo de tejidos con los que hacemos estos disfraces para vestir la crisis del encuentro con lo real. Tejidos con los que intentamos armar relatos, dar sentido y orientarnos desorientándonos ante el golpetazo que está implicando la infección mundial del coronavirus:

1.- Definir amigos y enemigos.- Muy tempranamente en su enseñanza, Lacan pudo articular a partir del estadio del espejo cómo la dinámica de la relación imaginaria entre yo y el otro permitía construirnos una imagen consistente de nuestro yo, algo bastante útil en tiempos de crisis. La dificultad de esta solución radica en que implica un trabajo constante de
discriminación entre yo y el otro, los míos y los otros, entre amigos y enemigos, entre buenos y malos. Lo que queda del lado de la reafirmación del yo, con lo cual nos identificamos, nos ayuda a sostener nuestra posición, que en el fondo es precaria, porque todo lo que viene del lado de los otros constituye una amenaza que nos persigue. Así escuchamos y leemos las argumentaciones y contraargumentaciones que intentan defender determinadas posiciones y demonizar otras. La crítica ideológica de las polarizaciones políticas y de las conductas sociales son territorios muy proclives para armar con esta estrategia un sentido a todo lo que está ocurriendo y poder darse a uno mismo y a los suyos una supuesta consistencia ante el encuentro con lo real. Eso sí con el precio de la desconfianza, incluso la agresividad, hacia los otros.

2.- La demanda al gran Otro.- También desde el principio de su enseñanza, Lacan pudo mostrar como no hay sujeto sin Otro. Debido a la prematuración con la que nacen los humanos, todos nos vemos obligados a tener la experiencia de que nuestra supervivencia depende de un Otro, que denominamos primigenio. Este Otro está hecho de presencia real y de lenguaje. Este Otro tiene que estar allí y jugarse la partida del lenguaje para poder sostener nuestra supervivencia, si esto fracasa la pequeña cría humana tiene muchas dificultades para sobrevivir. Este primer momento de la existencia de todos los seres humanos deja una cicatriz imborrable que hace que en los momentos de desamparo ante lo real nos veamos

empujados a hacer una llamada al Otro. Sin duda, Dios ha sido la palabra que ha sostenido ese gran Otro con más constancia, pero ahora que su muerte ha sido firmada por tantos, a menudo buscamos a ese gran Otro entre nuestros congéneres: en el padre, en la madre, en la pareja, en ese líder de opinión que nos parece tan lúcido, en ese dirigente que nos parece capaz de orientar nuestro destino común. El problema es que este Otro no existe, o se haya tan afectado por el desamparo, por las limitaciones, por la castración como nosotros mismos. Lo que no quiere decir que todas las idas y venidas que nuestra subjetividad invierte en sostener la consistencia de este Otro o en denunciar su inconsistencia no sirvan también para ir envolviendo de sentido el encuentro tremendo con la Hiflosigkeit al que nos enfrenta los riesgos de infección del coronavirus.
3.- El falo y sus dinámicas.-Lo que arma la consistencia del gran Otro es la suposición de que “tiene”: “tiene” poder, “tiene” dinero, “tiene” saber, “tiene” capacidad de darnos lo que nos falta. El “falo” es el nombre con el que se resume ese “tener”. Respecto a ese “tener” hay dos posiciones subjetivas, la que se denomina “masculina” y que parte de la suposición de que ostenta ese “tener” y va acompañada de la angustia de perderlo, y la que se denomina “femenina”, que parte de la suposición de “no tener” y que conlleva la envidia y la reivindicación frente aquel al que suponen que “tiene”. En estos momentos en los que nos vemos vapuleados por lo real, vemos dos dinámicas que intentan establecer un orden alrededor del valor “falo”. Por un lado, desde los que creen “tener” (dinero, poder, saber,
capacidad de dar algo al otro), se da la posibilidad de retener y ocultar ese poder a los otros o bien se da la posibilidad de mostrar ese poder y entrar en la dinámica de la donación con han hecho tantas personas “famosas”. Del otro lado está el padecimiento, la demanda y la denuncia reivindicativa de los que se sienten en el lugar del “no tener” para los que no hay más que una ostentación injusta por otros de unos bienes que no se quieren soltar. Más allá de que hay una objetividad en la cuantificación del “tener” y que ciertamente hay personas que “tienen” más y personas que “tienen” menos, la dinámica fálica lo que hace es desviar la mirada del cero absoluto al que apunta lo real para centrar su diana en la dialéctica del “tener” y el no “tener” y su reparto. Pero, al fin y al cabo, como nos advirtió Lacan, el falo no es más que un meteoro que parece estar aquí o allá según con quien uno se compare, cuando nos enfrentamos a lo real.
4.- La salida por el ideal.- Ante el abismo que abre la irrupción de un real como la infección masiva del coronavirus, el lenguaje puede permitir crear un relato que tome un ideal como norte. El ideal de la lucha conjunta contra el virus es algo que está dando un sentido para todos, que permite salvaguardarnos de la caída en la impotencia del agujero que abre. Nos permite ordenar nuestras conductas en pos del restablecimiento de una situación en la que lo real pueda permanecer oculto. Sin embargo, el ideal tiene sus contrapartidas negativas que Freud y Lacan localizaron en relación con el superyó. Dado que el ideal es una construcción simbólica con la que se intenta hacer
frente a la brecha de lo real, hay todo un intervalo que permanece insalvable entre el ideal y lo real. Este intervalo insalvable puede empujar en ocasiones a la entrega sacrificial por el ideal, cuando no se hace posible para el sujeto ver que el ideal tiene su límite en la relación con lo real. También puede llevar a la angustiosa sensación de que es el no saber de uno la causa de no poder acercarse más al ideal. O bien puede poner a los sujetos en la posición de “agorero de lo peor” o de “buscar el culpable” incansablemente al no asumir que la distancia entre ideal y existencia es la distancia estructural insuperable que hay entre lo simbólico y lo real. De alguna manera, la ceguera ante este lapso y la imposibilidad de zanjarlo puede llevar a la rueda de exigencia interminable del superyó del “un esfuerzo más y lo conseguiremos”, al derrotismo cobarde del “nada hay que hacer” o al lamento culpabilizador hacia aquello a lo que responsabilizamos de la distancia entre ideal y real.
5.- Hacer con la pulsión.- El encuentro con lo real pone en primer plano las exigencias del cuerpo vivo. En el confinamiento que se ha decidido para reducir la posibilidad del contagio, cada uno se encuentra con las exigencias de su cuerpo cara a cara. No podemos parar de hacer algo en relación con el empuje del cuerpo vivo: desde la regresión narcisista a la que nos obliga la enfermedad, como bien vio Freud, y que nos reduce a una subjetividad solo capaz de pensar en el restablecimiento del silencio del organismo y de la posibilidad de olvido de nuestro cuerpo, hasta la búsqueda de nuevas
formas de hacer con la pulsión ahora que nuestras circunstancias se ha visto radicalmente alteradas, pasando por el uso de la sublimación, el mecanismo con más dignidad dentro de aquellos dedicados a encontrar un hacer con la pulsión. Afinamos y desafinamos en los modos de satisfacer nuestra pulsión. Comer, cocinar, mirar, hacernos mirar, hablar, fumar, hacer ejercicio, escuchar, hacerse escuchar, producir o retener nuestras producciones. Cada uno va contando a quien quiera escuchar sus maneras de satisfacer su cuerpo pulsional lo mejor que puede, mientras pasa el tiempo del choque con lo real de la pandemia.
6.- Un poco de humor.- En "El chiste y su relación con el inconsciente", Freud supo hacernos ver la función del humor en relación con los aspectos más complicados de nuestra existencia. Lo que rechazamos por pudor, por inmoral, por reprimido, por oculto, gracias a un ingenioso uso del lenguaje se puede lograr que pase para nosotros mismos con la sanción de la risa del otro. ¡Alehop! Por un momento algo de lo terrible, de lo censurado, de lo poco convalidable socialmente, de lo angustiante ha logrado ser dicho y ha suscitado la satisfacción de la risa propia y del otro, creando un lazo entre ambos. Por un momento, tenemos la ilusión de sortear con la agudeza, la risa y la sanción del Otro el peso de lo real y nos pasamos unos a otros ese chiste, ese meme, ese vídeo que logro hacernos olvidar por un momento la embestida de la crisis.
7.- Soledad y silencio.- Lacan, al final de su enseñanza logró localizar el territorio del no-todo, que relacionó con un goce otro, con la feminidad, con la respuesta de los místicos. El territorio del no-todo bajo el sentido, no-todo bajo el orden fálico, no-todo asimilable por lo simbólico y lo imaginario. Para determinadas personas, ante el choque con lo real, se abre el deseo y la posibilidad de quedar en soledad y en silencio contemplando ese abismo que abre lo real y… esperar, tal vez escribir o crear, quizás simplemente continuar cuando es posible volver a velar el abismo. Nuestro mundo común y el mundo individual de cada uno están hechos de todos estos disfraces de lo real, ya que lo real sin disfraz es invivible. Los disfraces que queman es una manera de nominar los síntomas que padecemos en nosotros mismos y en nuestra relación con los otros. La experiencia de una análisis permite tomarle la medida a nuestros disfraces y nos ayuda a poder relacionarnos con los disfraces de los otros, gracias a que, apoyados en la transferencia, podemos acercarnos a vislumbrar el cero absoluto de lo real que nos sirve de orientación en la dificultad de existir que tenemos todos los seres hablantes.
info@citaenlasdiagonales.com.ar | Seguinos en:
 © Copyright. Todos los derechos reservados.